lunes, 18 de marzo de 2013

Todo queda en sus manos.

Un timbre. Gritos de alegría y de decepción por todos lados. Abrazos que se pierden en medio del tumulto de personas que se precipitan por el pasillo. Lágrimas de satisfacción o de tristeza provocadas por unos cuantos múmeros. El útimo día del curso. Los alumnos se dirigen temblando,uno a uno, hacia la mesa del profesor que,con una mirada siniestra y un pequeño discurso sobre su comportamiento a lo largo del curso,les entrega un sobre donde va inmerso su futuro y con él,si se pasarán el verano estudiando o disfrutando.

Los alumnos recogen esa pequeña maldición blanca de papel y se dirigen hacia la puerta de salida. Muchos deslizan el papel oficial del colegio fuera del sobre mucho antes de llegar a salir. Otros,más inseguros,esperan a llegar a sus casas para verlas en compañía de sus padres. Sus veranos serán decididos por la mano de maestros inexpertos y por un puñado de números.

Tic,tac...Tic,tac...Tic,tac...Tic,tac... Levanto la solapa del sobre y deslizo lentamente el papel con el sello del instituto impreso en la esquina superior izquierda. El corazón me late a más de mil por hora. La respiración comienza a entrecortárseme. ¿Por qué queda todo en manos de unos simios sin experiencia? Supongo que nunca lo sabremos...

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